2/2/08

INDELEBLE


Estoy pintando la figura de Matilde Briel y al mismo tiempo pretendo olvidarla.

Su representación se extiende con delicado atrevimiento sobre un territorio donde ella y también la ausencia de ella están ausentes.

Óleo sobre tela. Olor de esencia de trementina sobre olor de Matilde Briel. Pintura que cubre para revelar, para desvelar.

Pelos de pincel depositando el color y abriendo surcos o finas heridas chismosas o murmuraciones acerca de aquella pintura que no podría ser vista jamás.

Una Matilde Briel enterrada viva debajo de la otra, la Matilde Briel evidente, la que acepta en su rosto y en sus ropas la guerra entre pincel y color, entre ocultamiento y fina herida.

Tengo una pequeña herramienta para borrar, es mi arma blanca del arrepentimiento. Se trata de un formón de filo lateral, ligeramente curvo. Raspa, levanta, saca.

Raspo, levanto y saco las manos de Matilde Briel o, mejor dicho, esas zonas de pintura que en cierto modo dicen: "acá estuvieron sus manos" y suena la voz de la modelo ausente respondiendo "esas no eran mis manos".

Pero en la espesura de este presente en el cual pretendo olvidarla sus dedos se abren y se abren diseminando la ligereza dudosa del adiós.

Cada vez que mi arma blanca del arrepentimiento se carga de pintura la limpio con un trapo cuya turbadora pasividad debería estar en el centro de toda pregunta acerca de la existencia del arte y también de ese modo irresponsable de existir que tiene ahora Matilde Briel.

Pretendo olvidarla y ella lo sabe, con su cabeza gacha. Todo su rostro es una leve y firme pincelada naranja, saturada mancha horizontal de luz oscura. Sin embargo, cualquiera que la haya conocido podría encontrar ahí su nariz recta, la carne roja de su sonrisa taciturna, sus ojos negros, redondos, impregnados en un relámpago.

La senté en un sillón de tierras rojizas, le puse un vestido azul ultramar. De piernas cruzadas la estoy haciendo. Enfrío los diminutos trazos de luz de sus rodillas con verdes de un cielo enfermo.

Ante la ausencia de su mano derecha sobre el regazo azul pienso que fueron sus muslos y no mi formón ni mi trapo quienes la tragaron.

A la otra mano inexistente se la puede no ver con nitidez: retumba la tecnología metafísica de esta Matilde Briel que ya no está cerca de mí.

4 comentarios:

  1. Me pregunta si la ausencia a su ves, pensar en... sin que ese (en) esté presente verdaderamente. Es extraño convivir con lo que no está.
    besos.

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  2. ausencia al alcance de la mano?
    Un abrazo Pau. Nos veremos en marzo?? quiero

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  3. ay, acá sigue la Sra Briel, claro que voy en marzo, lo que no sé, es cuándo.
    saludos

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  4. Bellísimo. En serio. Como una creación-destrucción-recreación. Como un hacedor universal. ¿Leíste el cuento "La obra maestra desconocida, de Balzac"? Tiene también esa magia del soplo divino de un pincel.

    Gracias. En serio gracias.

    Abrazos cronopios.

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